lunes, 30 de enero de 2012

El culto a la mentira

A veces hay que parar la película, retrocederla un poco, encontrar la escena fundamental y volver a pasarla en cámara lenta. En este caso, la escena pertenece al cineasta Adrián Caetano. Es marzo del año pasado y está diciendo que su película sobre Néstor Kirchner será narrada desde "un lugar objetivo, para que no se convierta en una parodia obsecuente." Luego hay que adelantar un poco la película y volver a detenerla. Ahora está diciendo que siente tristeza: los productores del film no están conformes con su visión personal. Que no permite "ciertas cosas -explica Caetano- como en un documental más convencional, con entrevistas que puedan manipular la información". Adelantamos un poco más y ahí lo volvemos a encontrar: "No me saldría para nada un documental de propaganda", dice.
Aclaremos, a estas alturas de la función, varios puntos relevantes. Caetano siente una legítima admiración por el movimiento nacional y popular. Para simplificar, se podría decir que es kirchnerista. Pero su productor era Fernando "Chino" Navarro, diputado bonaerense y miembro de la mesa de conducción del Movimiento Evita. Su idea era más simple: crear una película que idolatre a Cristina y mitifique a Néstor. La plata surgió de empresas relacionadas íntimamente con el Gobierno y de los misteriosos bolsillos de "algunos militantes". Florencia Kirchner, la hija del líder, participó en la recolección de imágenes y anécdotas. El otro socio era Jorge "Topo" Devoto, ex compañero de aventuras de Rodolfo Galimberti, publicista de los Kirchner y prestidigitador del Frente Marketinero para la Victoria.
Pero después de estos flashbacks, hagamos un close up al kirchnerismo, y un travelling por sus metodologías internas. El episodio Caetano lleva implícito que para ciertos funcionarios nacionales y guerreros de la causa, un obsecuente vale más que un kirchnerista. Me explico. Se pretendía una película meramente elegíaca, "manipulada con entrevistas" y sin matices: Néstor debía aparecer simplemente perfecto. Caetano es un artista, no podía hacer eso. No podía plegarse a una operación de proselitismo.
Algunos periodistas que adscriben con honestidad intelectual a este modelo suelen ser menos confiables para el Gobierno que los célebres mercenarios o los notorios talibanes que, con salarios astronómicos, mantiene a su servicio. Alguna vez habrá que volver a privatizarlos a todos, ¿no? Una cosa es abrazar la fe, y otra muy distinta es realizar operaciones y renunciar a hacer preguntas incómodas. Es así como no basta con ser kirchnerista para ser querido por el círculo rojo: hay que ser además un soldado. Repito, por fortuna hay en la prensa oficial algunos profesionales que resultan sinceramente kirchneristas pero que mantienen, a la vez, un cierto ejercicio de la libertad personal. No son, por supuesto, los más buscados. Los más buscados por el poder son aquellos que puedan pronunciar sin ponerse colorados una frase que escuché hace unos días: "Señor ministro, usted que es un preclaro gurú económico, ¿por qué no nos anticipa cómo evolucionará la crisis financiera internacional?" O por ejemplo, esta otra: "Señor ministro, los diarios de esta mañana lo vapulean injustamente, ¿verdad?" Repito: una cosa es ser kirchnerista, y otra muy distinta es ser baboso. Perón decía: "Me están ahogando en baba". Lamentablemente, hoy la baba cotiza en Bolsa.
Desde diciembre y en sordina se llevan a cabo muchas reuniones en la Casa Rosada. Allí ciertos burócratas calificados aprueban o rechazan conductores y columnistas de radio y televisión para esta temporada. Vamos a detener nuevamente la película. La publicidad oficial decide la vida y la muerte de muchas emisoras, y algunas de ellas penden de un hilo porque vienen flojas de papeles, caen en alguna contravención o simplemente porque se mantienen en la mira de capitalistas amigos, dispuestos a realizarles una compra compulsiva. De modo que por Balcarce 50 pasan, en actitud humilde y ansiosa, muchos dueños de medios, presentando respetos y nuevas grillas, y buscando cerrar un acuerdo publicitario. O al menos que les destraben un pago. En todo caso que les ajusten los costos por inflación. O, en fin, perdido por perdido, que aunque sea no les quiten la licencia ni los borren del mapa.
Los anfitriones preguntan entonces, cancheros y sonrientes, quién es y qué va a hacer ese conductor, en qué vereda está aquel periodista, qué orientación tomará esa radio, qué clase de invitados tendrá aquel programa. Cuando aparece alguien que no es chicha ni limonada, los editores del relato se ponen nerviosos, y reclaman que el susodicho, por más famoso que sea, comparezca y brinde explicaciones. De esta manera, es impensable que ingrese en esa constelación de medios un nuevo kirchnerista con pensamiento crítico, un periodista independiente que no haga su mea culpa o un imitador de la Presidenta que no la presente como Santa Eva rediviva.
El kirchnerismo funciona como Hollywood, esa fábrica de sueños afiebrados que respaldan productores millonarios con la más fría de las chequeras. El problema es que esta chequera la solventamos todos: somos gente que le paga al Estado para que el Estado nos cuente lo que quiere. ¿No es una película maravillosa?
Jorge Fernandez Diaz  paraLa Nacion.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Mas de la emperadora patagonica

Qué bueno estar de vuelta en mi país, con mi gente y ¡en mi columna! Sí, la he recuperado para nuestra causa, venciendo los vanos intentos del gorila que me reemplazó de quedarse definitivamente con ella. Y, como ven, llegué a tiempo para cumplir con el deseo de la señora de que pase Nochebuena con toda su familia. Eso sí, estoy agotado después de una gira por Madrid, París y Berlín. Fui como enviado de Ella para asesorarlos por la crisis del euro. Nadie nos había llamado, pero me mandó igual.




Mi arribo a Madrid fue noticia en los diarios. "Llega un enviado de Cristina Kirchner para dar consejos sobre cómo enfrentar la crisis", decían los titulares de primera plana. Cuando di a conocer los consejos de la Presidenta, la información fue a parar a las páginas de humor. En Europa no entienden nada.



Básicamente, lo que dije allí fue lo siguiente: la primera crisis es la del relato; la historia del colapso del euro la están contando los diarios. Algo tienen que hacer. Qué es eso de que los gobiernos no tienen cadenas de medios. Qué pasa que no hay un solo 6,7,8 en las televisiones públicas; qué pasa que no estatizaron las transmisiones del fútbol; qué corno pasa que no compran periodistas, que no premian ni castigan a nadie con la pauta oficial; cómo no se les ocurrió pinchar teléfonos, intervenir casillas de mails, perseguir a la prensa independiente?



La crisis del relato se manifiesta también en la difusión de cifras. A Merkel y a Sarkozy les expliqué la extraordinaria experiencia del Indec, que está siendo recogida en los libros de historia como un caso único en el que la voluntad de un gobierno es más fuerte que la realidad. El sueño de todo gobernante: la economía subordinada a la política. A los españoles, que tienen 5 millones de desocupados, les dije que empezaran a hablar de una reducción de esa cifra, incluso aunque los desempleados fueran cada vez más. Los gobiernos tenemos la obligación de ser optimistas. El Indec es, antes que nada, un himno de fe y esperanza. Les encantó la historia y me pidieron que les mandáramos a Moreno, pero tuve que explicar que Moreno no podía salir del país por el cierre de fronteras que él mismo había dispuesto.



Otro problema grave es el de los mercados, que con su mal humor permanente son los que están marcando los tiempos y la dirección de esta crisis. El drama allí es que respetan al mercado y se terminan sometiendo a él. Pobres, cuánta inocencia. Les conté lo que habíamos hecho acá para frenar la corrida del dólar (además de pedirles a los Kirchner que por unos días dejaran de comprar). "Muchachos -los apuré-, a ver si me entienden: la policía. ¡Saquen la policía a las calles! Si ustedes no tienen casi inseguridad, ¿qué hacen con los policías? Mándenlos a los bancos, a las casas de cambio, a las bolsas. ¿Y los gendarmes? ¡Aprieten con los gendarmes! ¿No tienen jueces amigos? Paren con ese verso de la seguridad jurídica. ¡Está en peligro el euro!"



Este consejo no fue del todo asimilado. Ya lo dijo la semana pasada Guy Sorman en un artículo publicado en el diario ABC, de Madrid: "Los dirigentes europeos no están escribiendo la historia; la están sufriendo". Sí, la están sufriendo. Les hablé de policías en los mercados y temblaron. Les hablé de manotear las cajas de jubilaciones y les agarró convulsión violenta. Les aconsejé pagar las deudas con reservas y se persignaron. Hablé pestes del FMI y se taparon los oídos.



Otro tema que no supieron manejar es el de las consecuencias políticas de la crisis. En Grecia cayó Papandreu; en Italia, Berlusconi, y en España, Zapatero. Les dije que eso hubiese sido muy fácil de resolver: los ajustes siempre tienen que hacerse después de las elecciones. Nunca antes. Como lo hizo Cristina.



Les confieso que he vuelto de Europa desilusionado. Sus dirigentes no están a la altura de las circunstancias. Y, lo peor, se niegan a seguir nuestros consejos. Eso le dije a la señora cuando me recibió esta semana. Incluso le di una idea: "A mí no me hicieron caso: debería ir usted. En Italia la aman y están recontra agradecidos, porque después de que se reunió con Berlusca en Roma, él se empezó a caer a pedazos. Ahora quieren que usted se vuelva a ver con Sarkozy, con la Merkel. ¡Capaz que los borra a todos, señora! Le reitero, creo que debería ir".



Se quedó pensativa. Ya sabemos: no le gusta que le digan lo que tiene que hacer. Me contestó. "No voy a ir. No quiero quedar asociada a un continente decadente. Esa gente no merece mi tiempo. Prefiero ir a Venezuela. O a Bolivia. Países con futuro. O quedarme acá. Quiero estar cuando les saquemos Papel Prensa a La Nacion y a Clarín y oír cómo chillan. Quiero estar en este festival de leyes que se aprueban en horas y sólo porque yo lo ordeno. Quiero ver arrodillado a Moyano. Quiero ver cómo se doblan los jueces. Quiero asistir al funeral de la oposición. Quiero seguir escuchando cómo me aplauden los empresarios. Quiero ver a Moreno descontrolado poniendo a parir a todos. Quiero...



-Señora -me animé y la interrumpí-. Dígame: ¿quiere estar también para el ajuste? ¿Quiere estar acá cuando suban la luz, el gas, el agua, el transporte, los colegios, la salud? ¿Cuando caiga el consumo, cuando haya despidos, cuando la gente crea que se está pudriendo todo y se vuelque otra vez al dólar?



-Epa -contestó-, no lo había pensado. Me convenciste: viajaré. Creo que en Europa me pueden estar necesitando. Y de paso compro unas carteras.

sábado, 12 de noviembre de 2011

El pragmatismo de la Emperadora patagónica

i hay algo que no tolero es que los gestos de real politik de Cristina sean juzgados, ligera y maliciosamente, como muestras de incoherencia política.
Esos malvados que critican todo se llenan la boca, por ejemplo, hablando de nuestra sociedad con Carlos Menem, sin darse cuenta de que no hacemos más que tenderle la mano a un ex presidente que en su adultez política ha abjurado del neoliberalismo y ha venido a lavar sus culpas en las aguas redentoras de la causa nacional y popular. ¿Por qué se sorprenden? No menos sinuosos han sido los caminos de Boudou, Echegaray, Schiavi y muchos otros, hoy generales de nuestro ejército.
A los que llaman a la puerta no les preguntamos de dónde vienen, sino adónde van. ¿Generosidad, magnanimidad? Nada de eso. Realismo puro. Cristina y Néstor siempre les dieron la espalda a las Madres de Plaza de Mayo (especialmente a las de Santa Cruz, pero también a Hebe), y sabemos bien cómo termina la historia: un día, ya en la Casa Rosada, descubrieron que se consideraban sus hijos.
¿A qué vienen estas reflexiones en tiempos de éxtasis poselectoral, cuando todo debería ser pum para arriba? Bueno, no tanto éxtasis, no tanto pum. Nos pegan los mercados, corriendo detrás del dólar, y nos pegan los medios, dándoles primera plana a los mercados. Y nos pegan por el pragmatismo de la señora. Algunos, estoy seguro, se deben de haber preguntado esta semana: ¿por qué se llevó a la cumbre de Cannes, como gran invitado, al secretario general de la Unión Obreros de la Construcción (Uocra), Gerardo Martínez, que fue buchón de la dictadura militar como agente civil del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército? ¿Por qué este tipo, espía de los represores, es el candidato del Gobierno a reemplazar a Moyano en la CGT?
Ocupada como está en los asuntos de Estado, Cristina no tiene tiempo ni ganas de detenerse en estas minucias, pero yo sí lo voy a hacer.
A ver, es cierto: laburó para los milicos entre 1976 y 1983, los años más oscuros, en los que, según la Conadep, desaparecieron más de 100 obreros de la construcción. Parece que lo suyo era "infiltrarse, espiar y contar". Los organismos de derechos humanos pusieron el grito en el cielo cuando se conoció todo esto, meses atrás, gracias a archivos desclasificados del Ejército nunca desmentidos. Y lo denunciaron. No sé, a mí no me parece tan grave. Se ve que nuestro hombre estaba en busca de la verdad, lo cual lo llevaba a sesudas investigaciones. Además tenía poco más de 20 años. Después, su meteórico ascenso en el gremio de la construcción, hasta llegar a comandarlo, muestra, creo, un ánimo de construir futuro, de construir un país mejor. Es ese esfuerzo el que ahora premia la señora, y que yo aplaudo.
¿Puede liderar la CGT en plena era K? Pergaminos no le faltan. En primer lugar, allí se necesita alguien de carácter, y la Uocra tiene una muy merecida fama de formar grupos pesados (patotas, en lenguaje vulgar) que ponen las cosas en su lugar. Otro: sus rivales del Sindicato de la Industria de la Construcción (Sitraic) la acusan de defender a la patronal, con lo cual nos aseguramos que don Gerardo va a defender a la gran patrona Cristina. Además, si ha seguido siendo leal al Gobierno que deschavó que trabajaba para el Ejército, su docilidad está garantizada. Y el último: fue hipermenemista, si bien nunca dijo, como Néstor, que Menem estaba a la altura de Perón.
¡Ah! Estaba olvidando otra habilidad, o quizá sólo es suerte: la desclasificación de archivos se produjo el año pasado, pero, curiosamente, su nombre había sido sacado de la lista. Después, alguien lo volvió a poner.
Me imagino cómo habrá aprovechado la Presidenta los días en la bella Cannes para terminar de evangelizarlo. El gran objetivo de ella no era la reunión con Obama, ni dar lecciones de kirchcapitalismo al G-20, sino terminar de moldear a Martínez. En largas e interesantísimas sesiones, le habrá hablado de democracia (tema que él ciertamente no desconoce, dada la rica e intensa vida política de la Uocra), de convivencia con la oposición (tema que él ciertamente desconoce, porque nadie se le anima en la Uocra), de las bondades del modelo, de la defensa irrestricta de los derechos humanos, de lo funcional y rendidor que es ser obediente a la Casa Rosada. Le habrá dicho también que a justicieros como Horacio Verbitsky, que tan poco cariño le tiene al "albañil" (así lo llama), no conviene enfrentarlos sino ponerles la otra mejilla. En fin, lo que hace ella todos los días con los que la critican o se le oponen: callarse y seguir trabajando. Callarse es una forma de decir, desde luego.
Tengo para mí que Gerardo Alberto Martínez -tal el nombre completo, junto a su DNI, 11.934.882, con el que aparece en el puesto 2798 de la nómina de personal civil que revistaba en el Ejército en los años de plomo- ha comprendido muy bien todo. No es un tipo al que haya que estar explicándole dos veces las cosas. Puede ser que decidamos llevarlo al timón de la CGT, o puede ser también, ya se verá, que simplemente lo tengamos como un soldado incondicional. En cualquier caso, habremos logrado la maravilla de que una sola persona exprese la Argentina soñada, de simbiosis y coincidencias: dictadura, peronismo de derecha, gremialismo duro, kirchnerismo progre .
Es un milagro: en el mismo pelotón, los genocidas y las Madres

Publicado por Carlos eymundo Roberts el 12/11/2012

domingo, 14 de agosto de 2011

El juez




Domingo 14 de agosto de 2011
Publicado en edición impresa.Nunca es triste la verdad



Trucos berretas del kirchnerismo

Por Jorge Fernández Díaz
LA NACION

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Vale la pena volver, como en cámara lenta, a esa noche. Era noche de estreno en el Teatro Cervantes. Mederos se doblaba sobre su maravilloso bandonéon y Gelman hacía retumbar sus conmovedores versos finales. Los espectadores los despedían con una ovación: en la platea había periodistas, artistas, intelectuales y políticos. En un palco bajo, ubicado casi frente al escenario, Eugenio Zaffaroni batía palmas cuando las luces se encendieron, un minuto antes de que el poeta y los músicos entraran en bambalinas. Una parte del público giró entonces su vista hacia el palco y comenzó a aplaudir al hombre de la Corte Suprema. Después de los bises improvisaron un besamanos en el pasillo lateral: lo saludaban, le pedían que aguantara, lo felicitaban con ardor.



Nunca me ha sido indiferente la lucidez de Zaffaroni. Leo sus opiniones sobre criminología desde muy joven, creo que su inclusión en el máximo tribunal es una de las grandes medallas que puede colgarse el kirchnerismo, discrepo de quienes lo odian y siento que, a pesar de que le debe una buena explicación al Congreso, de ningún modo tendría que renunciar.



Aun así no puedo concebir cómo es posible que un grupo ilustrado de la sociedad aplauda a su señoría justo en la semana en que su señoría se manda una (por llamarla de manera publicable) flor de pifiada. Me hace pensar que ciertos argentinos aplauden a los ídolos por los errores y no por sus virtudes. Como aquella vez que Monzón fue a declarar, después de haber arrojado a su mujer desde el balcón de su casa, y el público le gritaba: "¡Dale campeón, dale campeón!". Zaffaroni mereció aquel aplauso premiador en cualquier otra velada, menos en ésa.



Aquel aplauso es un síntoma social, pero de ninguna manera resulta inexplicable. El aparato cultural del Gobierno salió de inmediato a proteger a quien considera un integrante del "núcleo ético del kirchnerismo". La estrategia no fue novedosa: la culpa de todo la tienen los medios de comunicación. Es decir, el problema no estriba en que un miembro de la Corte posea varios departamentos que se utilizan para ejercer la prostitución, sino en que alguien lo haya publicado. Me quedan algunas dudas. Si descubro que un ministro posee una fortuna que no puede justificar, ¿debo darlo a conocer o debo cajonearlo para no poner palos en la rueda? Si advierto que un candidato del Frente para la Victoria es dueño de una fábrica que explota a menores, ¿debo denunciar o mirar para otro lado? ¿Seré perdonado si me porto bien?



Otra picardía oficial tiene que ver con descalificar la información porque fue editada por un tabloide y entregada por presuntos enemigos soterrados del juez. Más allá de que en este caso particular el periodismo fue alertado por un simple vecino, en la Argentina como en cualquier otro lugar del mundo no importa de dónde venga una información, sino si resulta veraz y relevante. Y cientos de veces noticias aparecidas en el amarillista diario inglés The Sun fueron corroboradas y reproducidas por el prestigioso matutino The Guardian. Es una práctica habitual, por otra parte, en el más excelso periodismo de investigación, que una fuente interesada en perjudicar a alguien filtre a la prensa datos sobre su antagonista. Está en la prensa saber chequear si se trata de datos verdaderos o de "carne podrida". Es evidente que no hubo mala praxis periodística en el caso Zaffaroni: él mismo admitió el hecho central. Que lo supiera o no es otro asunto. Y las consecuencias políticas de un episodio como éste jamás deberían inhibir a un buen periodista.



Pero precisamente de inhibir a los periodistas se trata el juego. Porque el aparato cultural kirchnerista se movió en el caso Zaffaroni con su lógica de siempre: a los enemigos (los "malos") no se les perdona ni un renuncio, y a los amigos (los "buenos") se los protege aun en sus más feos pecados. Y a quien ose cuestionar a los "buenos" se les inflige una campaña de escarmiento mediático.



El llamado "doble estándar" es ya una marca de época. La movida de los estudiantes chilenos, los violentos levantamientos de los jóvenes en Londres, los "indignados" de la Puerta del Sol son manifestaciones de la magnífica rebeldía contra la derecha y el capitalismo. Cualquier manifestación contra la causa nacional y popular es un movimiento "destituyente". Y cualquier información que lastime a un hombre del Gobierno es "una campaña sucia".



Con la misma vehemencia con la que practicaron la política del prontuario, los kirchneristas barrieron bajo la alfombra las razones exhumadas estos días mediante las cuales Rodolfo Terragno se negó a votar el pliego de designación de Zaffaroni. Fue en aquel entonces el único voto negativo: Terragno recordaba que Zaffaroni había sido nombrado juez por Jorge Rafael Videla, que había jurado por el Estatuto del Proceso y que había escrito un libro sobre derecho penal militar en tiempos infaustos. Por muchísimo menos, cualquier juez, periodista o político ya hubiera sido arrojado al fuego en el impúdico canal oficial. De esta exhumación, por supuesto, nadie dijo nada.



Son viejos trucos de la política. Pero funcionan. No me gustó Zaffaroni cuando, siguiendo la tendencia, intentó victimizarse. Pero me gustó mucho cuando dijo: "No me siento feliz?esto éticamente me afecta". Esa frase doliente lo rescata. Apago los aplausos y las mentiras del poder, y me quedo con ella

miércoles, 27 de julio de 2011

La doble moral argentina y la falta de sancion

Uno de los gravísimos problemas argentinos es la falta de sanción, la ausencia de castigo. O el incumplimiento cuando de responsabilidades se trata. Esto afecta a todo tipo de asuntos, públicos y privados: la Justicia, la Seguridad, la Economía, los Impuestos, el Periodismo, por donde se mire se encontrará el divorcio entre los principios y las acciones.




Ejemplos sobran, y cualquier ciudadano/a los conoce, en los ambientes más acotados o en el horizonte más amplio, sea federal, provincial o municipal. Excedería a este artículo la descripción de casos. No obstante, los que están a la mano son letales, dicho en sentido figurado.



La Asociación del Fútbol Argentino "salva" a un club de enorme tradición que ha descendido de categoría, inventando un intrincado sistema de unificación de torneos que, aunque en los hechos pueda ser satisfactorio para el devaluado balompié argentino, está mal, y muy mal, por la manera como se lo dispone, entre gallos y medianoche (y no es metáfora).



Esto, admitido por el propio vocero de la entidad , es la consagración de la impunidad, firmada por dirigentes que supuestamente tienen a sus cargos la seguridad en los estadios, que en realidad no es otra cosa que la seguridad de los barras bravas. Y cuyo resultado final es el pésimo ejemplo que transmiten a la sociedad, que de este modo queda desprotegida frente a la bestialidad manifiesta de las asociaciones ilícitas que todo equipo y club tiene, por lo visto sin excepción.





Uno de los gravísimos problemas argentinos es la falta de sanción

No importa si el resultado será positivo, y acaso lo sea, pero lo censurable es el modo, la oportunidad, el discurso quebrantador de principios que conlleva ese modo dictatorial al que es afecto el presidente de la AFA.



Claro que esto se inscribe en el contexto de otras, muchas, malas conductas argentinas. Ahora mismo asistimos a una especie de batalla por la interpretación de las elecciones porteña y santafecina. Las hipótesis acerca del voto popular son tan extremadamente opuestas, e interesadas todas, que alarman. Muchos comunicadores apuntan sus dardos exagerando apocalipsis y triunfalismos que, en realidad, no benefician al sentido común ni favorecen a la democracia. Los votos son los votos y el recuento resultante es siempre la voluntad suprema de la ciudadanía, guste o no, y sea para un triunfo en Catamarca o Misiones, como en Buenos Aires o Santa Fe. Todo lo que se califica de "aplastante", "arrasador" o "contundente" responde a posturas tan interesadas como petardistas. Los redactores en casi todos los casos responden a intereses con los cuales se mimetizan penosamente.



En la misma semana asistimos a otro festival de exageraciones en la Rural, de boca del señor Biolcatti. Y en Buenos Aires y Santa Fe los señores Macri y Del Sel engañan a la ciudadanía al sostener, con la complicidad de cierto intenso terrorismo periodístico, que "no son políticos". Se presentan como representantes de una "nueva política" cuando tienen detrás, aunque los ocultan vergonzantemente, a los señores Duhalde, Venegas, Barrionuevo, Amadeo o Toma, que de nuevos, precisamente, no tienen nada.





Asistimos a una especie de batalla por la interpretación de las elecciones porteña y santafecina

De igual forma, el señor Durán Barba, talentoso publicista y acaso padre del triunfo Pro en la primera vuelta porteña, aparece coludido junto con su asociado el señor Rodrigo Lugones, en una causa penal por enlodar al adversario mediante recursos ilegales. Pero el mismo señor Macri niega que eso sea "campaña sucia", pide infantilmente "basta de agresiones" y le reclama a Daniel Filmus que haga "alguna autocrítica", que es una materia que él mismo desconoce en lo absoluto.



Del lado del gobierno nacional también hay para decir. Porque si hay errores que se pagan, hay uno del que no se habla pero que se cometió en la ciudad-puerto. Me refiero al modo como se decidió la nominación de Filmus, un candidato excelente e intachable, pero que no debió ser producto de la exclusiva voluntad presidencial sino de un proceso interno que seguramente igual lo hubiese consagrado y legitimado mejor.



La masa de votantes que parece inclinarse por la reelección de la Presidenta seguramente se compone de gente no kirchnerista, ni siquiera todos peronistas, y muchos, muchísimos, la gran mayoría gentes del pueblo que simpatizan y apoyan una manera renovadora de recuperar el rol del Estado. Nada más que eso, ni nada menos.



Esa masa apoyó y apoya la recuperación de la economía y la política monetaria; el salvataje de la previsión social y la educación pública. Apoya una gestión cultural federalista y el nuevo perfil democrático de las fuerzas armadas sometidas al poder político. Apoya la Ley de Medios como apoyó la recuperación del Correo, y de Aguas, y de Aerolíneas Argentinas, y simpatiza claramente con la finalización de las "relaciones carnales" a cambio de una posición soberana. Y ni se diga del apoyo popular a la política de Derechos Humanos que ahora cierta oposición -monitoreada por dinosaurios de la Dictadura- quiere destruir. Pero esa masa, siendo un capital político fenomenal, no es inamovible ni su apoyo está blindado de acá a octubre.



Sería un gigantesco error del Gobierno pensar lo contrario. Nada está blindado en política, nada es irreversible y todo puede cambiar de la noche a la mañana. Bien sabe la Presidenta, por experiencia propia y por el compañero de vida que tuvo, que el poder se construye muy lentamente pero la destrucción es cosa de segundos y sin atenuantes.



La oposición que los argentinos padecemos -y elijo a conciencia el verbo "padecer"- es una oposición mezquina, que sirve más y mejor a los grupos monopólicos que al país, y entonces no se va andar con chiquitas ante los flancos débiles de ninguna gestión oficial. Bien haría el gobierno nacional en advertirlo, reconocerlo y corregirlo. Para que, por ejemplo, alguna vez los ciudadanos que apoyamos al Gobierno desde perspectivas independientes y críticas pudiéramos ver que alguien va preso por corrupción.





Nada está blindado en política, nada es irreversible y todo puede cambiar de la noche a la mañana



Los valores se quebrantan cuando las leyes sólo se aplican a los pobres y a los débiles, y no a los poderosos, como en este caso River Plate. O si acaso no hubiese esclarecimiento total y fehaciente del caso Schoklender. O de las escuchas telefónicas por las que está procesado el señor Macri. O ahora las groseras maniobras para enlodar al señor Filmus padre.



El problema está en la continuidad de la misma lógica perversa que se instaló en la Argentina hace tres décadas y desde la que se defiende todavía a los genocidas de la última dictadura. Y desde la que se dispara ahora contra la trayectoria ejemplar de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.



Es gravísimo que la sociedad tolere en silencio el quebrantamiento de las reglas morales. El acomodo y la mentira para beneficiar a los poderosos y/o para llevar aguas a molinos sectoriales, no son "oficialistas" ni "opositores", como no son nacionales, provinciales o municipales. Ni son de derecha o de izquierda. Son conductas perversas que atentan contra la esencia de la democracia misma.



Y es la falta de sanción ante esos engaños, triquiñuelas o incumplimientos de responsabilidades lo que alienta las peores conductas nacionales.

domingo, 19 de junio de 2011

Los Derechos Humanos y la perversión argentina

.El escandaloso desvío de cuantiosos fondos públicos, otorgados a la fundación Madres de Plaza de Mayo para construir viviendas sociales, es fruto de la arbitrariedad con que funcionarios gubernamentales administran la asignación de esos recursos y de una injustificable ausencia de controles por parte del Estado y de las autoridades de dicha asociación civil.




Las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner han sido en extremo remisas a aceptar el control por parte de otros poderes del Estado o de los ciudadanos, respecto de los dineros públicos en general y, de modo particularísimo, de aquellos vinculados con asuntos que rozan el área de los derechos humanos.



Se ha montado, como queda demostrado con el caso de la fundación Madres de Plaza de Mayo, una suerte de escudo protector sobre la información básica vinculada a estas cuestiones. Su base es una consigna por demás riesgosa: cuanto se decida y haga en el ámbito de los derechos humanos no es revisable, bajo pena de descalificación para quien pretenda ejercer su derecho a la información pública en estos temas.



Sin embargo, los derechos humanos no pueden otorgar a nadie indemnidad, inmunidad o impunidad ante el delito. Por el contrario, la defensa de semejantes derechos debe estar esencialmente ordenada a impedir cualquier atisbo de corrupción que pueda enturbiar las acciones ligadas a valores cuya vigencia ha costado tan caro a nuestro país.



La sociedad, atónita, reclama sanciones ejemplificadoras para los que son capaces de traficar con el dolor, la pobreza y hasta con la sangre de miles de argentinos. También para sus cómplices y encubridores.



Lo piden, con valorada solvencia y honestidad intelectual, personalidades imposibles de ser sospechadas en cuanto a su genuina defensa de los derechos humanos.



Fue Elsa Quiroz -detenida durante el gobierno militar y actual diputada de la Coalición Cívica- quien, hace ya un año, denunció las graves irregularidades en la fundación Madres de Plaza de Mayo. También la candidata a vicepresidenta de la Nación Norma Morandini -hermana de dos personas desaparecidas- afirmó que "mucha gente tiene miedo de opinar" y que lo que "hizo este señor (Schoklender) es un escándalo espantoso, una cosa monstruosa", para terminar afirmando que "si uno dice que no sabía tiene mucha culpa". Y con un lenguaje sin sutilezas, el periodista Jorge Lanata pidió hace unos meses y desde la tapa de una revista: "¡Paren de robar con los '70!" Hasta el affaire "Sueños Compartidos", nadie parece haberlo escuchado.



La corrupción de algunos funcionarios y sus cómplices privados demuestra no tener ideología ni reconocer límites cuando llegan a usar para su enriquecimiento la memoria de quienes resultaron víctimas de la violencia de los 70. A partir del caso de las Madres de Plaza de Mayo, es necesario asegurarse de que la llamativa reticencia que mantiene el gobierno nacional desde 2003, para brindar información referida a las indemnizaciones pagadas a familiares de desaparecidos y muertos en aquella década, no sea un intento de encubrir manejos similares.



Aquellas indemnizaciones se originaron en leyes promulgadas durante el gobierno de Carlos Menem y, a partir de 2003, el Gobierno ha construido a su alrededor un paredón infranqueable que no permite acceder a información que debiera estar a disposición del público con total transparencia y sobre la que naturalmente se espera una detallada rendición de cuentas.



Infructuosos han sido, en los últimos años, los múltiples intentos destinados a conseguir que la administración gubernamental haga público un listado de los casos de desaparecidos y muertos que fueron comprendidos en la normativa, habilitando de esa manera a que los sobrevivientes, sus familiares o allegados, se conviertan en beneficiarios de tales indemnizaciones.



Cada una de estas indemnizaciones es de aproximadamente 220 mil dólares y determinar quién está en condiciones de percibirla es una atribución de agentes estatales, sin intervención previa de la Justicia. Estas decisiones administrativas, que involucran cuantiosos recursos públicos, por algún motivo se mantienen fuera del alcance de la mirada de la ciudadanía.



Hasta ahora, al escudarse el Gobierno en el derecho a la intimidad de las personas y la ley de hábeas data, lo único que ha podido conocerse es el monto total de lo que se otorgó en indemnizaciones hasta el año 2007. A valores nominales, los casos de quienes permanecieron detenidos entre el 6 de noviembre de 1974 y el 10 de diciembre de 1983 fueron indemnizados con erogaciones de unos 43 millones de pesos y 605,8 millones de dólares; en tanto, los familiares de desaparecidos y muertos en igual período, recibieron alrededor de 293 millones de pesos y 985 millones de dólares. Todo eso suma un total, según el tipo de cambio vigente al momento de cada pago, de entre 1700 y 1900 millones de dólares.



Ante lo que, en el caso de la fundación Madres de Plaza de Mayo, se perfila como una brutal estafa económica y moral que no acaba de asombrar a la ciudadanía, las autoridades deben curarse en salud y transparentar, de inmediato, el manejo de estos otros fondos. Cabe esperar que la reticencia a su publicidad haya obedecido tan sólo a un exceso de celo gubernamental mal entendido, pero bien vale ponerlo a prueba; porque ni los argentinos ni la causa de los derechos humanos merecen otro ataque siniestro a su buena fe

viernes, 13 de mayo de 2011

Interpretaciones muy subjetivas

Si bien escribí subjetivas  en realidad podría decir que son definiciones  irrebatibles :

Se que aparece como un típico gesto de auto admiración pero que es finalmente la admiración que un reconocimiento cortés de la semejanza entre otro y uno mismo , cuando en otro no vemos esas mismas cualidades no podemos mentir y si confesar o admitir siendo redundante  que no es otra cosa que admitir los defectos ajenos  que es el deber más alto que nos impone el amor de la verdad .

Por ejemplo que entendemos cuando un yankee dice afroamericano , simplemente un negro que vota por nuestro partido .

Si hubiera que definir el aire sin ser hipócrita  diría es una sustancia nutritiva con que la generosa Privedencia engorda a los pobres .