martes, 6 de octubre de 2020

Las semejanzas del proyecto socialista-progresista en Venezuela y Argentina.

La última década del siglo pasado Latinoamérica veía un renacer de la democracia junto a la reforma del corrupto entramado de socialismo más o menos moderado con mercantilismo —llamémosle social-mercantilismo— mediante limitadas aperturas hacia la economía de libre mercado. La última dictadura vegetaba en la Cuba del desastre económico de su socialismo revolucionario, manteniendo mediante la represión brutal el poder sobre la miseria de su pueblo, tras el colapso del imperio soviético. 
Cuba parecía un anacronismo aislado en un continente que avanzaba política y económicamente hacia un futuro prometedor.
Pero Latinoamérica seguía sufriendo los efectos políticos y económicos de jamás haber abrazado la economía de libre mercado, empalmando largo tiempo atrás el viejo mercantilismo con el nuevo socialismo en una cultura política del fracaso anclada en mitos que garantizan economías subdesarrolladas, poco e ineficientemente diversificadas, lastradas de proteccionismo. Así las grandes empresas luchan por privilegios políticos en lugar de por el mercado, las burocracias son maquinas clientelares de corruptelas institucionalizadas y la política una combinación de prácticas populistas clientelares con discursos socialistas legitimadores de envidia en poblaciones empobrecidas.

Una bomba de tiempo que la democratización y la apertura de mercado debían desmontar para ir hacia la libertad y prosperidad. Nada nuevo bajo el sol. 
Bajo autoritarismos y democracias débiles se había intentado con cierto éxito antes, en escasos países y diferentes momentos, pero de alguna forma las sociedades latinoamericanas, llegando a las puertas del desarrollo encontraban siempre la manera de dar media vuelta y regresar a la pobreza del social-mercantilismo. Nuevo era que siendo simultáneo el giro al mercado en casi todo el subcontinente, la historia pudiera ser otra. Pero fue la misma.
 Se encontró el camino de regreso al fracaso.
 Y desde el miserable totalitarismo socialista cubano, se extendieron redes políticas y criminales para un poderoso giro hacia la izquierda, más o menos radical, en toda la región.

Las apuestas de la Habana

El castrismo buscó imponer gobiernos títeres de la Habana en latinoamérica desde el momento en que se integró en la órbita de los satélites soviéticos. El financiamiento y apoyo al terrorismo de guerrillas comunistas fue un lance al azar, jugado con la esperanza de desencadenar una serie de accidentes que llevaran a una fuerza de izquierda radical filo-castrista al poder en alguna parte del continente.
 Funcionó en Nicaragua por poco tiempo. Fracasó en el resto del continente. Otra  apuesta fue por la vieja táctica de frentes izquierdistas, llenos de tontos útiles de apariencia democrática semi-moderada, controlados tras bambalinas por comunistas de estricta observancia soviética, para alcanzar el gobierno mediante una combinación de agitación y propaganda, violencia terrorista de media intensidad más o menos extendida, violencia terrorista de alta intensidad localizada, y movilización electoral. Y hacer la revolución desde los poderes establecidos, destruyendo débiles repúblicas desde dentro, para instaurar totalitarismos socialistas mediante lo que en la Europa oriental bajo control soviético en la temprana postguerra se denomino “táctica del salchichón”. Esa apuesta castrista con Allende también fracasó. Pero aprendieron de su fracaso.

El freno soviético

Ser una agencia sub-imperial soviética le dio a la tiranía castrista tres ventajas:
  • Un enorme subsidio a una ineficiente economía, que a la inviabilidad inherente a toda economía socialista sumaba excéntricos delirios tropicales de altísimo costo.
  • Protección soviética ante EE.UU. en el complejo tablero de la guerra fría.
  • Influencia de primer orden en el aparato regional del Comintern para agitación, propaganda y subversión continental.
Y la desventaja de la obediencia al imperio soviético. Moscú tenía claro que el costo de sostener Cuba era tan alto que la economía soviética no podía sostener otra. Por eso la gran apuesta continental cubana llegará, paradójicamente, como una desesperada huida hacia adelante tras el colapso soviético. Con la tiranía castrista huérfana de protección y subsidio soviético. Heredera del aparato comunista continental. Y libre del freno soviético.

El accidente venezolano

Fidel Castro, desde que su tiranía se hizo protectorado del imperio soviético tuvo dos obsesiones geopolíticas en Hispanoamérica, imponer gobiernos títeres de la Habana en Venezuela y Argentina. Su ambición por Venezuela tenía objetivos obvios, el petróleo venezolano podía financiar un proyecto de expansión continental del castrismo, por unos u otros medios. Y la posición geopolítica de Venezuela, eje entre el Caribe, los andes, la cuenca amazónica y el atlántico, para quien ya controlaba al terrorismo en Colombia, habría un abanico de posibilidades geoestratégicas para desestabilizar y conquistar Sudamérica. Lo de Argentina, aunque sea bien conocido como otra obsesión del tirano, es misterioso en cuanto a objetivos concretos, pero se permite inferir que un país con tantas riquezas naturales como Argentina sería una fuente permanente de alimentos por ejemplo. 
El castrismo conquistó poco a poco Venezuela, con más y más influencia sobre la intelectualidad y la política venezolana. Estrategia de largo plazo. A la toma de posesión de su segundo gobierno, Pérez invitó figuras del tercermundismo que adhirió una década antes, en su primer gobierno. Entre ellos Fidel Castro, a quien la flor y nata de la intelectualidad venezolana recibió con una carta pública de rastrero apoyo a su tiranía, mientras empresarios y políticos venezolanos le cortejaban como “rockstar” del momento.
 Más que suficiente para comprender que Venezuela estaba condenada si el castrismo sobrevivía su crisis post-soviética. Se lo facilitó el accidente histórico del fallido golpe de estado de Hugo Chávez en Venezuela. Golpe que en medio de la conspiración del corrupto social-mercantilismo contra la limitada reforma hacia el mercado de Pérez, configuró la tormenta perfecta para que el grueso de políticos e intelectuales venezolanos, apoyados por grupos de captura de rentas a los que es una contradicción en términos denominar empresarios, apostando a destruir la reforma destruyeran la república, elevando al poder a su revolucionario sepulturero. El resto, es la historia de la destrucción material y moral de Venezuela para financiar la supervivencia del totalitarismo en Cuba. Y la expansión de su influencia política continental mediante el Foro de Sao Paulo. Así se materializo, entre finales del siglo pasado e inicios del actual, la más reciente de las grandes tragedias hispanoamericanas.

 

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