Desde hace un siglo la cultura occidental ha embanderado la democracia como
máxima manifestación del humanismo y la conciencia política. Sin embargo, pese
a toda la noble ideología que la envuelve, la
democracia difícilmente existe, es sobre todo una fachada debajo de la cual se
perpetúa un régimen plutocrático.
La cultura occidental celebra la democracia como una especie de bien
universal, canto político al humanismo y bandera del progreso de la
civilización. Si existe un sistema democrático en un país, se nos
dice, este debe ser abrazado (y protegido) por la comunidad internacional.
Por los ideales de la democracia —secular espiritualidad— es válido y honroso
morir: una guerra tiene sustento humano solo si está maquinada para proteger
estos ilustres ideales.
Más allá de los nobles principios de la democracia que se originan en
la cultura griega —patria ideológica de Occidente—, este sistema político, en
la práctica, casi como el comunismo, es utópico. La historia muestra que la mayoría de las llamadas democracias
son en realidad fachadas de plutocracias y oligarquías que logran ocupar el
poder con relativa facilidad justamente porque son capaces de promover la idea
de la democracia. De
los griegos también obtenemos el arte de la retórica y de la demagogia, que
actualmente se transforman en la propaganda y el marketing y los cuales,
aunados al poder de sugestión de los medios de comunicación, constituyen la
parafernalia con la cual se construye la ilusión de que vivimos en una
democracia.
Para terminar algunas frase célebres sobre la democracia, que tanto nos
entusiasma pero que tan pocos resultados entrega:
“Democracia es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística”,
Jorge Luis Borges.
“Si votar cambiara algo, lo harían ilegal”, Emma Goldman.
“La diferencia entre una democracia y una dictadura es que en una democracia
votas primero y luego recibes ordenes, en un dictadura no tienes que gastar tu
tiempo votando”, Charles Bukowski.
“Aquellos que votan no deciden nada, aquellos que cuentan los votos deciden
todo”, Joseph Stalin.
“Es inútil para las ovejas pasar una resolución a favor del vegetarianismo
mientras que los lobos mantienen una opinión diferente”, William Inge.
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