No tienen ni idea de cómo redactar un currículum. La
impuntualidad no es algo que los abochorne. No se incomodan cuando no pueden
dar una respuesta adecuada y expresar un problema a sus jefes les resulta una
tarea titánica. A los jóvenes latinoamericanos, el mundo del trabajo se les
presenta tan lejano y extraño como un planeta de otra galaxia. Influyen, sí, la
calidad y la cantidad de educación recibida. Pero el mejor promedio no los
convertirá necesariamente en un buen trabajador.
Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), basado
en datos de la Argentina, indagó sobre las condiciones en que los jóvenes
ingresan al mercado laboral: “Se requieren políticas educativas urgentes no
sólo para abordar el problema de la calidad de la educación, sino de la
pertinencia de la misma cuando se trata de facilitar las transiciones de los
jóvenes al mundo del trabajo”, concluye el informe.
Marina Bassi, una de las autoras, lo explica así: “Los
conocimientos académicos no son suficientes para el desarrollo de los jóvenes
en su vida adulta. La escuela tiene que cambiar y desarrollar metodologías que
les permitan a los jóvenes poder desempeñarse en el mundo del trabajo”.
“Desconectados. Habilidades, educación y empleo en América
Latina”, señala que cerca del 80 por ciento de las empresas consultadas
consideró que las destrezas que más escasean son las que están relacionadas con
el comportamiento, la cortesía, el compromiso y la responsabilidad ,esto lo vemos y vivimos a diario y yo destacaría a Argentina y Uruguay como dónde más se manifiesta este comportamiento .
A partir de los datos que ya existían sobre el desempeño
académico de los jóvenes latinoamericanos, el informe del BID se propuso, por
primera vez en la región, averiguar cuáles eran esas habilidades que se
necesitan para poder moverse con soltura en un trabajo. Así, señala Bassi,
determinaron que “los jóvenes no vienen preparados, no saben cumplir un
horario, no saben identificar un problema ni comunicarlo a sus jefes y no saben
trabajar en equipo”.
Para llevar adelante esta investigación, se realizaron dos
encuestas. Una en la que participaron 6.200 jóvenes de entre 25 y 30 años de
Argentina y Chile. En la otra, se registró la opinión de 1.200 empresas de
ambos países además de Brasil. En los dos sondeos se midieron dos tipos de
habilidades, las cognitivas –que están relacionadas con el capital intelectual
y la inteligencia dura– y las socioemocionales que están vinculadas con, por
ejemplo, la capacidad para poder planificar tareas, de liderar grupos o
interactuar con otras personas, pero también con la percepción que cada uno
tiene de sí mismo.
El estudio partió de algunas premisas: que cada vez más jóvenes
pueden acceder al sistema educativo, pero que al mismo tiempo disminuye la
cantidad de los que logran permanecer hasta el final del ciclo. También que
“las habilidades adquiridas en la escuela secundaria son menos valoradas por
los empleadores”. Por caso, sólo el 15 por ciento de los jóvenes que busca un
empleo lo consigue –en los años 80 era del 5 por ciento– y el 50 por ciento de
los que poseen estudios secundarios no puede acceder a un trabajo formal.
“La escuela secundaria es el último contacto con el sistema
educativo –dice el informe– y la plataforma desde la cual ingresan al mercado
laboral. Es por ello que el sistema educativo de la región tiene el enorme
desafío de retener a los jóvenes hasta culminar su formación y de
proporcionarles las destrezas que el trabajo y la sociedad les exigirán
después”.
Iniciativa para pensar nuevas estrategias, poder hacerse oír en
un grupo, comprender las instrucciones y transmitirlas a otros. Esas fueron
algunas de la preguntas que se tuvieron en cuenta para desarrollar este
informe.
Así, se pudo determinar que, por ejemplo, sólo 12 por ciento de
los empresarios encuestados dijo que no tenía dificultades a la hora de
encontrar las habilidades requeridas entre los jóvenes que se presentaban a un
empleo.Además, el 55 por ciento de estos empresarios señaló que el
comportamiento era la habilidad más buscada pero a la vez, la más dificil de
encontrar. En segundo lugar, quedó el conocimiento –30 por ciento– y por
último, las habilidades específicas a cada rubro –15 por ciento–.
Bassi explica que si bien la calidad de la educación recibida
proporciona más habilidades para desempeñarse en el mundo laboral, a partir de
este estudio se pudo establecer que existen “otras habilidades socioemocionales
que proporcionan una ventana más amplia para reducir las desigualdades. Aún si
los jóvenes tuvieron un mal desarrollo académico, se pueden estimular estas
habilidades para que les pueda ir muy bien en su vida laboral y así reducir las
brechas entre unos y otros”.
Estas carencias socioemocionales en el trabajo se reflejan en
que en Argentina el 65 por ciento de los jóvenes no pasa más de un año en un
mismo empleo, según un estudio del CEPP . El
secundario parece haber quedado muy atrás para ofrecer las herramientas
necesarias para dar el primer paso en el mundo adulto, un mundo cada vez más
competitivo pero también que ofrece empleos cada vez más precarizados.
Los
jóvenes de hoy son como las generaciones precedentes: capaces de ser generosos,
solidarios y comprometidos con causas que los movilizan, pero tienen menos
referencias sociales y sentido de pertenencia que sus predecesores.
Una
de las mayores paradojas de nuestra sociedad occidental consiste en hacer
crecer a los niños demasiado rápido, animándolos al mismo tiempo a permanecer
adolescentes el mayor tiempo posible. Se incita a los niños a tener
comportamientos de adolescentes cuando aún no tienen las competencias psicológicas
para asumirlos. De ese modo, desarrollan una precocidad que no es fuente de
madurez, saltándose las tareas psicológicas propias de la infancia, lo que les
puede perjudicar en su futura autonomía.
Seguirá parte III
No hay comentarios:
Publicar un comentario